Espacios de artistas, Lorenzo Rocha (2020)

Lugares de resistencia

Los artistas no suelen gozar de holgura económica, ni del reconocimiento suficiente del valor que su trabajo tiene para la sociedad. El arte es una actividad profesional que es contracultural y crítica por defecto, por ello no se hace solo para complacer al público, sino para provocar reflexiones y cuestionar los valores sociales durante el tiempo determinado de vida del artista.

El arte es el espacio de la resistencia social, que se materializa en el espacio de trabajo y se proyecta hacia el público mediante las instituciones culturales y, en algunas ocasiones incluso, a través del espacio urbano mediante la escultura y la arquitectura. Según Hegel, la arquitectura es el “arte de la externalidad, implica diferencias con la escultura que residen en que el objeto tenga su propio significado, o bien sea interpretado como un medio que satisface un fin externo a sí mismo y en última instancia dicha subordinación conserve simultáneamente la independencia del objeto de su utilidad.” En sus “Lecciones sobre la Estética”, el filósofo alemán nos recuerda que «en la escultura, el interior espiritual solo puede insinuarse», mientras que «en la arquitectura, [ese interior espiritual] habita en la forma sensible y en su material exterior, de modo que ambas dimensiones se acuñan la una en la otra sin predominar ninguna».

Cuando la sociedad entra en crisis, el espacio personal se convierte en un refugio indispensable para el artista.

Entre todas las profesiones, el arte va sin duda a la vanguardia en cuanto a su capacidad de adaptación a los espacios arquitectónicos, los artistas son capaces de trabajar y vivir en el mismo sitio con mayor habilidad que el resto de las personas. Los artistas inventaron la tipología de adaptación a los espacios industriales abandonados, conocida como “loft”, que no es más que un espacio de taller adaptado para vivienda y trabajar. Este tipo de espacios continuos, sin muros ni pilares, son así debido a que los espacios fabriles originales contaban con dichas características de flexibilidad, que resulta idónea para el trabajo y vida del artista.

El tema de la “casa-estudio” ha sido abordado por distintos arquitectos y, en otros casos, ha sido resuelto por sus propios ocupantes. Existen numerosos ejemplos de dicha tipología que figuran en el catálogo de las obras maestras de la arquitectura moderna. En todos ellos la vida y el trabajo se mezclan, haciendo de los espacios convencionales, lugares especiales en cuanto a las propuestas de uso que han hecho sus habitantes. Una de las casas-estudios más notables en la historia de la arquitectura es la de los pintores Frida Kahlo y Diego Rivera, construida en la ciudad de México en 1932 por el arquitecto Juan O’Gorman, la obra se distingue por haber sido la primera casa funcionalista diseñada en Latinoamérica.

Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo. Arquitecto: Juan O’Gorman. Fecha de construcción: 1929-1931. Ciudad de México.

Dentro de las adaptaciones de apartamentos que ocuparon artistas en París, destacan sin duda en primer lugar la vivienda y estudio del pintor Piet Mondrian, en el número 26 de la Rue du Depart (a partir de 1921), sin dejar de mencionar también el estudio y vivienda de Alberto Giacometti (desde 1926), en el número 46 de la Rue Mandrion, que carecía de diseño alguno, pero que el notable pintor y escultor suizo transformó durante los cuarenta años que permaneció en ella, hasta convertirla en una obra de arte en sí misma.

Reconstrucción de Frans Postma del estudio de Piet Mondrian en el nº 26 rue du Depart, París, 1921.

Estudio y vivienda de Alberto Giacometti, No. 46 de la Rue Mandrion, (desde 1926), París.

La casa-estudio es un tema recurrente en la arquitectura moderna. En ocasiones se trata de la casa diseñada por el arquitecto y en otras de una colaboración con un cliente-artista, que requiere involucrarse en el proceso creativo del proyecto. La exploración y conocimiento de las costumbres de las personas es una parte fundamental del trabajo de los arquitectos. Para diseñar espacios eficientes y adecuados a las necesidades de sus usuarios, los proyectistas deben analizar el modo como cada persona utiliza su vivienda o lugar de trabajo. El diseño arquitectónico no solamente involucra la planeación de los espacios según criterios técnicos, también se relaciona con aspectos sociológicos, los cuales solo se pueden investigar mediante la observación directa. Por estas razones, visitar edificios, analizar programas de necesidades y, sobre todo, entrar en contacto con las personas para trabajar con ellas en las soluciones, son requisitos indispensables para el éxito de un proyecto. 

Últimamente he tenido la fortuna de entrevistar a un buen número de artistas para saber cómo son sus espacios de trabajo y qué características deben tener para que ellos puedan realizar sus obras del mejor modo posible. Me ha sorprendido descubrir que la gran mayoría de ellos trabajan en espacios que no han sido diseñados para estos fines. Algunos trabajan en sus propias viviendas, en espacios destinados a oficinas, o bien en edificios industriales convertidos en estudios. Sin embargo, todos comparten la necesidad de una buena iluminación natural, de ser posible cenital (mediante tragaluces) para que la calidad de la luz sea homogénea y no provoque sombras ni asoleamiento directo que pueda estropear sus trabajos, ya que el papel, la tela y la pintura no reaccionan bien a la exposición solar directa.

Más allá de las características físicas de los espacios, los artistas los contemplan como lugares de reflexión interior y de inspiración estética, donde puedan concentrarse en paz para su producción creativa. Los espacios de los artistas son muy íntimos, pero al mismo tiempo deben ser abiertos, ya que muchos de ellos también necesitan mostrar su trabajo dentro del propio estudio, además de aquellos que imparten talleres a niños y adultos. También el espacio del artista en algunos casos es compartido con su familia, cuando este forma parte de la vivienda, muchas personas trabajan en compañía de sus hijos pequeños, cuando no tienen quien los pueda cuidar en su lugar.

Los artistas son sin duda capaces de adaptar espacios con pocos recursos, en los que compaginan su vida diaria con trabajo creativo.

El lugar de trabajo y vivienda es determinante para la producción de muchos artistas, pero también algunos filósofos como Heidegger, Jung y Hegel hicieron de sus viviendas en el campo, refugios para descansar y cultivar sus pensamientos. 

La relación de los arquitectos con los habitantes de sus espacios es diferente en cada caso y en cada obra nueva. Los artistas son especialmente interesantes como usuarios de los espacios donde producen sus obras. Algunos de ellos establecen lazos estrechos con los arquitectos a los que les encargan proyectos. Existen casos interesantes en la historia de la arquitectura mexicana como el de David Alfaro Siqueiros, quien adquirió una casa y la renovó en 1951, dentro de la cual ensayó fragmentos de sus murales en los que experimentaba con escorzos complicados y con su idea de poliangularidad. El pintor dejó la casa como herencia para el pueblo mexicano, renombrándola como: “Sala de Arte Público”. 

Sala de Arte Público Siqueiros, Ciudad de México

Otros artistas han decidido hacer ellos mismos sus proyectos para vivienda y estudio, como la diseñadora textil suiza Georgette Klein, quien se construyó en 1932 su propia casa junto con su marido Luigi Tentori, en el pequeño poblado de Barbengo, en Ticino. El proyecto resultó una aplicación muy afortunada de las ideas de la nueva objetividad, muy en boga por entonces en Alemania.

Casa Georgette Klein y Luigi Tentori, Suiza, 1932.

No cabe duda de que para los artistas tiene gran importancia los espacios en los que habitan, los estudios donde trabajan son la materialización de su mundo interior, son sitios improvisados donde a veces incluso se vive y donde siempre se trabaja. Los hay de todas formas y tamaños, pero todos deben tener suficiente luz. Las ventanas ayudan a que un espacio pequeño se sienta más amplio. Para algunos artistas, sobre todo los más jóvenes, su único espacio de trabajo es la escuela y probablemente su habitación, pero a medida que sus carreras avanzan, estos espacios crecen y se personalizan. En ocasiones, ocupan edificios industriales donde trabajan compartiendo el lugar, casi siempre por razones económicas. 

El verdadero espacio del artista es el interior de la obra, es el foco de atención principal que relega su entorno a un segundo plano. Pero también el taller es un espacio colectivo cuando se usa para impartir lecciones. Se busca que los talleres sean espacios diáfanos, pero con la necesaria intimidad, donde se pueda trabajar sin distracciones. El recogimiento contrasta con la hiperactividad, con las tareas de ejecución, las herramientas, las superficies saturadas de los muros, las máquinas, la basura y el almacenaje, porque a los artistas les gusta conservar todo.

En los talleres no solamente se producen obras, también se produce pensamiento. El taller también puede ser el balcón de una casa o un banco en un parque. El artista traslada su mundo interior adonde quiera que vaya. Para un artista cuya materia prima es el sonido, el lienzo vacío es el silencio. Sin embargo, para toda persona es importante el contacto social, somos seres singulares-plurales. Los humanos no podemos prescindir de los demás, ni de la posibilidad de estar en contacto con el espacio exterior, la ciudad y la naturaleza.

Las emergencias sanitarias  y las crisis económicas indudablemente precarizan el trabajo artístico, pero no afectan la energía creativa que existe al interior de los talleres, ni la incubación de las ideas durante períodos de confinamiento forzado.

Lorenzo Rocha, junio 2020.

Lorenzo Rocha. Arquitecto mexicano, su interés se centra en el uso experimental del espacio. Incorpora actualmente a su trabajo prácticas interdisciplinarias que le permiten explorar el impacto del diseño y la intervención en los espacios que produce. Un ejemplo recurrente en la práctica de arquitectos de su generación, es la reactivación de espacios por medio de su uso social. Desde 2005 es director editorial de la revista [ESPACIO] arte contemporáneo. Colaborador regular del diario Milenio desde 2006. Ha publicado en 2011 el libro “Ensayos sobre fotografía y arquitectura” y en 2018 “Arquitectura  crítica. Proyectos con espíritu inconformista”. Actualmente es director de la Oficina de arte, un espacio para residencias artísticas en el centro de la ciudad de México.